Venas Varicosas y Rigatón
Hola marmolillos y marmolillas! Como lo más interesante que me ha pasado este fin de semana ha sido que he terminado el sábado a las siete de la mañana con un narcotraficante de guinea ecuatorial y una guiri despendolada en un tugurio de salsa donde sólo había pavos con camisa de rejilla y cadenas bailando el rigatón (hasta entonces creía que esta peña bailaba como excusa para follar pero me he dado cuenta de que en realidad follan como excusa para bailar) os voy a contar una bonita historia del pasado. Alguno ya la conoceréis porque no paro de contarla doquiera me encuentre: se trata de LA HISTORIA DE LA VARIZ EN EL RABO.
Todo comenzó hace dos años y pico. Me levanté todo resacoso para echar un reguete y en cuanto sacó el animalillo me doy cuenta de que se ha convertido en todo un animalote, vamos, que no era picha era cipote. Así a ojo de buen cubero, diría que el diámetro de mi miembro se había incremetado en casi la mitad. Me había brotado una vena del tamaño de un mejillón de las Barbados desde el nacimiento hasta casi el glande (palabra que viene del latin glans, glandis, bellota). Al principio pensé "hostias! como mola!" pero algo me decía que aquello no era natural por más que pudiera suponer mi pasaje de acceso al fantabuloso mundo del cine porno. Así que se lo enseñé a mi viejo, y al tío se le pusieron los pelos como escarpias y los ojos todos negros (se quedo sin blanco de los ojos por efecto de la dilatación de las púpilas) y exclamó con la mandíbula desencajada "¡pero chaval, tienes que mirarte eso! y a mí me entró una cojonina tremenda porque soy hipocondriaco.
Al cabo de unos días, como la cosa seguía sin desinflarse, ´pedí vez para el urólogo. En la sala de espera, había un pavo cariacontecido que me notó nervioso y empezó a hablarme para romper la hegemonía amodorrante de una música de ascensor que era la versión saxo de Nothing Cant Stop Me Now, de Samantha Fox (tela marinera). El tío me preguntó que a qué venía, y yo le expliqué lo de mi variz. Entonces se puso a descojonarse y me suelta "Eso no es nada. A mi me han quitado un testículo hace un par de meses y hoy puede que me corten el otro, y mírame, como un Jesusito en el Pesebre". Ya os podéis imaginar el mal rollo. En esto me llama la enfermera, que para ser fieles a la verdad estaba más buena que los agujeros de filipinos. Me dice "venga, despelótate". Yo me quito todo y me quedo allí con mi rabo hipertrofiado. La tía al principio no se dio cuenta, porque estaba acostumbrada a ver allí de todo, pero cuando miró por el rabillo del ojo se quedó acojonada, lo cual a mí me excitó bastante e hizo que se me inflara todavía más aquello.
Al fin llegó el doctor. Me da la mano y tal y enseguida se pone manos a la obra. Mira y sopesa la situación con aspecto pensativo. Luego sentencia "Hijo mío, tienes una variz venerea". Aquello me superó, aunque como buen hipocondriaco me había leído varias enciclopedias médicas en busca de nuevas enfermedades que padecer, jamás había encontrado nada referido a varices venéreas. ¿Y qué hago", le pregunto. El tipo carcajea. "Hay dos opciones-dice- Una es ponerte una media en el pene para descomprimir, como las que llevan las viejas en los tobillos pero para penes, la otra es esperar a que baje por si sola" Le respondí que casi preferiría que bajase sola. El doctor se marchó, yo me vestí, y la enfermera hizo como que no estaba hiperventilada sexualmente y dejó escapar la ocasión de aprovecharse de mí. Al cabo de una semana o así, la variz desapareció.
Pero aún hoy, en las noches de luna llena o cuando amenaza tormenta, recidiva para recordarnos a todo que hay que tener cuidado con lo que deseas, porque puede cumplirse...
A molar por doquier.
(por cierto, no disponía de fotos de varices venéreas, así que os tenéis que conformar con una de extremidades inferiores)
Todo comenzó hace dos años y pico. Me levanté todo resacoso para echar un reguete y en cuanto sacó el animalillo me doy cuenta de que se ha convertido en todo un animalote, vamos, que no era picha era cipote. Así a ojo de buen cubero, diría que el diámetro de mi miembro se había incremetado en casi la mitad. Me había brotado una vena del tamaño de un mejillón de las Barbados desde el nacimiento hasta casi el glande (palabra que viene del latin glans, glandis, bellota). Al principio pensé "hostias! como mola!" pero algo me decía que aquello no era natural por más que pudiera suponer mi pasaje de acceso al fantabuloso mundo del cine porno. Así que se lo enseñé a mi viejo, y al tío se le pusieron los pelos como escarpias y los ojos todos negros (se quedo sin blanco de los ojos por efecto de la dilatación de las púpilas) y exclamó con la mandíbula desencajada "¡pero chaval, tienes que mirarte eso! y a mí me entró una cojonina tremenda porque soy hipocondriaco.
Al cabo de unos días, como la cosa seguía sin desinflarse, ´pedí vez para el urólogo. En la sala de espera, había un pavo cariacontecido que me notó nervioso y empezó a hablarme para romper la hegemonía amodorrante de una música de ascensor que era la versión saxo de Nothing Cant Stop Me Now, de Samantha Fox (tela marinera). El tío me preguntó que a qué venía, y yo le expliqué lo de mi variz. Entonces se puso a descojonarse y me suelta "Eso no es nada. A mi me han quitado un testículo hace un par de meses y hoy puede que me corten el otro, y mírame, como un Jesusito en el Pesebre". Ya os podéis imaginar el mal rollo. En esto me llama la enfermera, que para ser fieles a la verdad estaba más buena que los agujeros de filipinos. Me dice "venga, despelótate". Yo me quito todo y me quedo allí con mi rabo hipertrofiado. La tía al principio no se dio cuenta, porque estaba acostumbrada a ver allí de todo, pero cuando miró por el rabillo del ojo se quedó acojonada, lo cual a mí me excitó bastante e hizo que se me inflara todavía más aquello.
Al fin llegó el doctor. Me da la mano y tal y enseguida se pone manos a la obra. Mira y sopesa la situación con aspecto pensativo. Luego sentencia "Hijo mío, tienes una variz venerea". Aquello me superó, aunque como buen hipocondriaco me había leído varias enciclopedias médicas en busca de nuevas enfermedades que padecer, jamás había encontrado nada referido a varices venéreas. ¿Y qué hago", le pregunto. El tipo carcajea. "Hay dos opciones-dice- Una es ponerte una media en el pene para descomprimir, como las que llevan las viejas en los tobillos pero para penes, la otra es esperar a que baje por si sola" Le respondí que casi preferiría que bajase sola. El doctor se marchó, yo me vestí, y la enfermera hizo como que no estaba hiperventilada sexualmente y dejó escapar la ocasión de aprovecharse de mí. Al cabo de una semana o así, la variz desapareció.
Pero aún hoy, en las noches de luna llena o cuando amenaza tormenta, recidiva para recordarnos a todo que hay que tener cuidado con lo que deseas, porque puede cumplirse...
A molar por doquier.
(por cierto, no disponía de fotos de varices venéreas, así que os tenéis que conformar con una de extremidades inferiores)
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